lunes, septiembre 11, 2006

¿Dónde estabas tú cuando...?

Estaba de vacaciones (por primera vez en dos años) pasando una semana en un hotel del Puerto de la Cruz. Como todos los días, me había ido a las piscinas del Lago Martianez y estaba tomando el sol en la mini isla. De repente apareció un SMS de mi hermano en mi móvil:

"Coge el Kalashnikov y la gata y atrinchérate en el sótano ¡Es la guerra!"

Lo primero que me pregunté fué como coño el que me estaba gastando esa broma había logrado mandarme un mensaje a través del móvil de mi hermano. Porque ni esa frase tenía el tono de nuestras conversaciones ni creía que él supiera lo que es un Kalashnikov. Así que respondí preguntando a qué venía todo eso.

A los 30 segundos recibi un "¿No lo sabes?".

"¿No se qué?" respondí, cada vez más harto.

Inmediatamente sonó el teléfono. Descolgué y, si, era mi hermano en persona. "Se han estrellado dos aviones contras las Torres Gemelas y ya se ha caido una y... ¡Hala! ¡Se está cayendo la otra!"

No me lo creí ni por un segundo, claro. Y eso que, como ya he dicho, mi hermano y no no nos gastamos bromas. Llamé a mi madre, que me dijo que era cierto y que ella tambíen lo estaba viendo por la televisión.

Aunque mi madre y yo tampoco nos gastamos bromas, tampoco la creí. Era imposible.

Empecé a hacerme a la idea cuando, camino del hotel tras haber recogido apresuradamente, vislumbré imágenes de las torres ardiendo y derrumbándose en las televisiones de los bares y restaurantes. Seguí haciendome a la idea sentado en mi habitación pegado a la tele durante horas.

Pero no me lo creí. A día de hoy sigo sin creermelo. Más allá de la tragedia de 3000 muertes, las Torres Gemelas eran parte del paisaje de la humanidad del siglo XX. No puedo concebir un mundo en el que no existan, como no puedo concebirlo sin el Big Ben, la Torre Eiffel o la Esfinge de Gizeh. Creo que la peor parte del trauma del 11-S es descubrir que la cultura y civilización humanas son tan mortales y perecederas como nosotros mismos. Somos polvo y al polvo hemos de volver, y nuestro mundo también...

Toda la vida oyendo en las películas aquello de que los norteamericanos nunca olvidan dónde estaban cuando se enteraron del asesinato de Kennedy, nunca creí que llegaría a vivir algo igual. Mientras hablaba desde la piscina con mi hermano y mi madre, una chica tumbada a un par de metros me miraba de reojo. "Debe de estar pensando que tengo una forma muy rara de ligar", me imaginé.

Supongo que yo formo parte de su "¿Donde estabas tú cuando te enteraste?"