Acorralado
La Causa de este Mes en Telecinco es el acoso escolar.
Bonito spot. Otro más (éste de Castilla y León):
Una pena que la realidad no sea tan bonita ni tan simple.
La especie humana se estructura de forma jerarquizada y piramidal. Nuestros jefes responden antes sus superiores tal y como nosotros dirigimos a nuestros inferiores. Y la inmensa mayoría de la gente, que jamás lograra trepar a un piso superior, se consuela mirando los niveles que quedan por debajo de ellos. Se desquitan del pisoteo al que son sometidos pisoteando a su vez a quienes les quedan debajo.
Por eso (entre otras cosas) los primeros distrubios racistas en Cataluña tuvieron lugar en barrios de charnegos, inmigrantes del sur de España. Siendo el estrato más bajo de su sociedad, me imagino el alivio que tuvo que significar descubrir una clase todavía más baja que ellos.
Por eso los presos agreden y violan a los encarcelados por pederastia. Si, bueno, ellos son ladrones y asesinos pero, ey, no son violadores de niños.
Y por eso los recién llegados víctimas de novatadas se convierten alegremente en agresores en cuanto alcanzan el grado de veteranos.
Eres parte de una cadena. Se un buen eslabon y pásale el peso al siguiente.
Los niños conocen esta verdad instintivamente, antes de que la sociedad les de excusas de patria, moral o religión para justificar esa conducta. Los niños saben oler a aquel que es diferente. Lo de menos es el motivo: demasiado gordo, demasiado flaco, demasiado listo, demasiado tonto, demasiado lo que sea. Simplemente diferente. Y aquel que lo es se convierte en el escalafón mas bajo. Aquél a quien cualquier niño o niña, por patético que sea, puede mirar y sentirse superior.
Y para que el sistema funcione el cabeza de turco tiene que saber que lo es, claro. Tiene que experimentar el desprecio social, verbal y físicamente. Como en toda manada, unos pocos animales siempre llevan el liderzago. El resto les sigue o se limita a mirar a otro lado. Las posibilidades de humillación son infinitas. En el patio del colegio, en el de la casa, en cualquier lado.
Y nada va a cambiar intentando apelar al buenrrollismo adolescente o intentando que se identifiquen con la víctima, porque precisamente la idea es tener una víctima con la que no identificarse. Nada va a cambiar incitando al acosado a quejarse al profesorado, que no le hará ni caso. Una campaña o una condena judicial no van a cambiar nada.
Porque el acoso es sólo un efecto secundario de cómo está organizada la sociedad.
Siempre ha sido así.
Y siempre será así.
Bueno, luego está la solución norteamericana, que consiste en que un día la víctima aparece con un fusil de asalto y empieza a llevarse por delante a matones. No arregla nada a largo plazo, porque los medios de comunicación le echarán la culpa a cualquier cosa (música rock, cine de terror, juegos de rol) menos a la raiz real del problema.
Pero quién sabe. A lo mejor ayuda a que no sigas oyendo los insultos de los acosadores el resto de tu vida.
Bonito spot. Otro más (éste de Castilla y León):
Una pena que la realidad no sea tan bonita ni tan simple.
La especie humana se estructura de forma jerarquizada y piramidal. Nuestros jefes responden antes sus superiores tal y como nosotros dirigimos a nuestros inferiores. Y la inmensa mayoría de la gente, que jamás lograra trepar a un piso superior, se consuela mirando los niveles que quedan por debajo de ellos. Se desquitan del pisoteo al que son sometidos pisoteando a su vez a quienes les quedan debajo.
Por eso (entre otras cosas) los primeros distrubios racistas en Cataluña tuvieron lugar en barrios de charnegos, inmigrantes del sur de España. Siendo el estrato más bajo de su sociedad, me imagino el alivio que tuvo que significar descubrir una clase todavía más baja que ellos.
Por eso los presos agreden y violan a los encarcelados por pederastia. Si, bueno, ellos son ladrones y asesinos pero, ey, no son violadores de niños.
Y por eso los recién llegados víctimas de novatadas se convierten alegremente en agresores en cuanto alcanzan el grado de veteranos.
Eres parte de una cadena. Se un buen eslabon y pásale el peso al siguiente.
Los niños conocen esta verdad instintivamente, antes de que la sociedad les de excusas de patria, moral o religión para justificar esa conducta. Los niños saben oler a aquel que es diferente. Lo de menos es el motivo: demasiado gordo, demasiado flaco, demasiado listo, demasiado tonto, demasiado lo que sea. Simplemente diferente. Y aquel que lo es se convierte en el escalafón mas bajo. Aquél a quien cualquier niño o niña, por patético que sea, puede mirar y sentirse superior.
Y para que el sistema funcione el cabeza de turco tiene que saber que lo es, claro. Tiene que experimentar el desprecio social, verbal y físicamente. Como en toda manada, unos pocos animales siempre llevan el liderzago. El resto les sigue o se limita a mirar a otro lado. Las posibilidades de humillación son infinitas. En el patio del colegio, en el de la casa, en cualquier lado.
Y nada va a cambiar intentando apelar al buenrrollismo adolescente o intentando que se identifiquen con la víctima, porque precisamente la idea es tener una víctima con la que no identificarse. Nada va a cambiar incitando al acosado a quejarse al profesorado, que no le hará ni caso. Una campaña o una condena judicial no van a cambiar nada.
Porque el acoso es sólo un efecto secundario de cómo está organizada la sociedad.
Siempre ha sido así.
Y siempre será así.
Bueno, luego está la solución norteamericana, que consiste en que un día la víctima aparece con un fusil de asalto y empieza a llevarse por delante a matones. No arregla nada a largo plazo, porque los medios de comunicación le echarán la culpa a cualquier cosa (música rock, cine de terror, juegos de rol) menos a la raiz real del problema.
Pero quién sabe. A lo mejor ayuda a que no sigas oyendo los insultos de los acosadores el resto de tu vida.
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