viernes, agosto 25, 2006

La amiga de mi amiga...

Yo ya se quién quiero ser de mayor.

Tengo una amiga (llamemosla Eva) que, a su vez, tiene otra amiga (llamemosla Emily). Hasta aqui todo normal, incluso aburrido, ¿verdad?

Emily tiene un hijo. Y tiene un novio (llamemosle Blas). Así que Emily y Blas deciden jugar a las casitas, irse a vivir todos juntos y montarse una familia tradicional-pero-moderna.

Bueno, tampoco es tan raro, ¿no?

Pero (oh desgracia) Blas ya no es tan atento como cuando no vivían juntos. La convivencia y la rutina nuevamente se tornan ejecutores del romanticismo. Emily busca consuelo y lo halla en los (digamos) brazos de Eva. Mi marido no me comprende, dice Emily, y Eva asiente. No puedo dejarle, el niño, entiendelo, dice Emily, y Eva entiende (chiste no intencionado).

¿A que la cosa ya va tomando un tonillo tipo "la típica historia pero con un matiz original"?

Así que Emily está a dieta alterna de carne y pescado. En lo referente a alimento para el espíritu, Emily y Eva exploran los chakras y las energías cósmicas a través de la meditación trascendental. Más aún, cuando Blas está en viaje de negocios (y, posiblemente, aprovechando para explorar nuevas posibilidades culinarias) Emily e hijo se juntan con Eva y juegan a las casitas-alternativas.

Interesante, ¿no es cierto? Atentos que viene el gag final.

Y el gag final consiste en que Emily es una celosa posesiva (de hecho ya lo era cuando sólo eran amigas) que tiene a Eva controlada al milímetro para que no se le ocurra comerse algo que no le corresponda (cosa que, por otro lado, le gustaría hacer).

Todavía recurdo el momento en que Eva me contó todo esto. Mi corazón se saltó un latido. Con los ojos humedecidos por la emoción la miré a la cara y, con la voz grave de quien acaba de aprender una lección vital, le dije:

-¡¡¡Yo de mayor quiero ser como Emily!!!

Claro que, en aquel entonces, era joven e inexperto. Todavía no sabía que en esta vida cuanto mayor hijoputa seas mejor te irá y que cuanto más maltrates a la gente más se dejarán pisotear. Ahora lo sé, pero ya es demasiado tarde. He malgastado media vida que podía haber dedicado al Mal y el Puteo Generalizado. Pero no desespero, con la sabiduría que da la edad he transformado mi deseo:

-¡¡¡Yo en la próxima reencarnación quiero ser como Emily!!!

Y, aviso a los navegantes, ya tengo hecha la reserva. Que luego a última hora no quedan plazas y te toca otra vida de pringado. Y no, miniña, no, con una estoy teniendo más que suficiente.